domingo, 24 de abril de 2011

CRISTO,CRISTIANISMO Y ESPIRITISMO

Cristo, el Cristianismo,el cristiano y El Espiritismo.


Prometido por Jesús, según el Evangelio de Juan, el Espiritismo es el Consolador que vino a libertar los hombres por la fe y por la razón.
Al defender el Espiritismo que revive y explica los mensajes de Jesús, en un lenguaje actualizado, observamos una reacción de los espiritistas académicos que alegan ser nuestra doctrina más avanzada que el cristianismo.
Estamos de acuerdo con los que así piensan, porque el cristianismo no es la doctrina del Cristo, sino el entendimiento imperfecto y limitado de los que han divulgado sus orientaciones y se aturullaron entre los valores del mundo. En nombre del cristianismo, hubo muertes, esclavitud, discriminación y él aún no ha conseguido unir a los hombres. Esas actitudes son contrarias a la propuesta de Jesús.
Por coherencia, comparemos la relación entre “Espíritu, Espiritismo y Espiritista”,  con la expresión título de este comentario. El plan divino dio a Kardec informaciones perfectas. Sin embargo, algunas no pudieron ser comprendidas de inmediato por el codificador. Hay capítulos en “El Libro de los Espíritus” donde él insiste en ciertas explicaciones que los propios orientadores dicen ser innecesarias, porque sería imposible entenderlas con el limitado conocimiento humano. Las cuestiones sobre Dios son uno de esos asuntos.No cabe duda, sin embargo, sobre la cultura y la capacidad del maestro francés. Por consecuencia, la misma distancia que hay entre los Espíritus Superiores y él, hay entre él y los espiritistas, de un modo general. Fácil confirmar lo que afirmamos, porque aún es reducido el número de los que se interesan por el estudio doctrinario. Alegan que el Libro de los Espíritus es una obra difícil de comprender y, por eso, las novelas han merecido la preferencia de los lectores. No exigen esfuerzo mental, lo que es necesario para el entendimiento del Espiritismo.
Las lecciones de Jesús fueron comprendidas por los hombres por el criterio humano, pues la esencia no cabía, y quizá aún no quepa, en nuestra  restricta inteligencia. Gracias a la ciencia, que a cada día trae revelaciones que confirman la Doctrina, vamos poco a poco comprendiendo el Cristo en la acepción mayor como Camino, Verdad y Vida.
El cristianismo no abarca Jesús por entero. Aconseja no más que en una faceta de su revelación. Cuando habla de amor al prójimo y de caridad, entendemos sólo por el sentimiento y no por las leyes de la vida, derrotero esencial para la libertad de las almas. No sabemos lo que significa “caminar sobre las aguas”, “transfigurarse” o “materializarse después de muerto para seguir sirviendo”. Alimentarse del fluido cósmico, por la simple acción de la voluntad o manosear la energía para modificar la materia, son para nosotros asuntos de complicados mecanismos. Permanecen catalogados, aún, como los milagros de Jesús.
El Espiritismo – doctrina de los Espíritus Superiores – vino a dar luz al mensaje del Cristo, el mayor Espíritu que la Tierra ha conocido, según dice la cuestión 625 de El Libro de los Espíritus. No significa pues que esa luz haya sido captada por Kardec en su intensidad plena.  También no hay sentido afirmar que los espiritistas viven conforme el conocimiento contenido en la codificación. En la teoría hemos avanzado un poco, pero en la práctica hemos hecho casi nada. La vivencia es para el porvenir, tiempo en que los dolores no más serán necesarios. Por ahora, continuamos decidiendo como cuerpos, no como espíritus inmortales. Defendemos la realidad de la reencarnación, pero no la preparamos.
Cuando los espiritistas enaltecen el Espiritismo, colocándolo arriba del cristianismo, merecen aplausos. Pero cuando dicen que el Cristo está superado por el Espiritismo, no podemos aceptar. Entre el Cristo,  que es divino y el cristianismo, que es humano, hay un inmenso abismo. Lamentamos cuando alguien dice que la codificación necesita de retoques y el Evangelio Según el Espiritismo es obra superada. Las advertencias allí contenidas, permanecen actuales. El Espiritismo es el Cristo volviendo, cuando se sirve de lúcidos asesores para darnos aún algunas lecciones más. Todavía no tenemos condiciones de asimilar todas, pero también el Espiritismo, recordando el Maestro, no puede decirlo todo, porque las enseñanzas se perderían delante de nuestros límites.
Sabemos hacer caridad en favor del prójimo. Ya tenemos alguna sensibilidad. Pero no sabemos operarla en nosotros mismos. Esto exige mucho esfuerzo y no produce aplausos, ni honrarías, ni agradecimientos. También no se engríe el practicante, porque consiste en la extirpación de raíces milenarias de vicios y malos instintos, difíciles de erradicarlos.Las doctrinas son siempre pobres delante de los Maestros, porque se fijan en las palabras, no en las ideas. El saber no puede ser comprendido de inmediato porque las palabras son débiles e insuficientes. Cuando surgen excepciones, encontramos a un Platón, a un Paulo de Tarso, a un Chico Xavier, a una Teresa de Calcuta, y a un Mahatma Ghandi. Por ahora, es de buen sentido usar el Espiritismo en su expresión más simple, que es la de ayudar al hombre a mejorarse y a aprovechar su tiempo en la Tierra. Debemos dispensar cualquier pretensa sabiduría y ser simple como quien sabe que el conocimiento humano aún es limitado y relativo.  Es preferible aprender con el semejante, a tener prisa en corregirlo. Mas allá  quizá tengamos que pedir disculpas.
Sugerencia  1 - Las lecciones de Jesús fueron comprendidas por los hombres por el criterio humano, pues la esencia no cabía, y quizá aún no quepa, en nuestra  restricta inteligencia. Gracias a la ciencia, que a cada día trae revelaciones que confirman la Doctrina, vamos poco a poco comprendiendo el Cristo en la acepción mayor como Camino, Verdad y Vida.
Sugerencia  2 - Las doctrinas son siempre pobres delante de los Maestros, porque se fijan en las palabras, no en las ideas. El saber no puede ser comprendido de inmediato porque las palabras son débiles e insuficientes. Cuando surgen excepciones, encontramos a un Platón, a un Paulo de Tarso, a un Chico Xavier, a una Teresa de Calcuta, y a un Mahatma Ghandi.

(Texto en español revisado por la profesora Edda Fontes, João Pessoa-PB-Brasil)


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